
a madrugada en La Guajira tenía un aire de anticipación y emoción. Jairo se despertó antes de que el sol comenzara a asomarse por el horizonte. Hoy sería un día especial. Después de tantos meses de conversaciones y videollamadas, él y Wayaima finalmente se encontrarían para una cita en la playa, un lugar donde sus sueños y deseos cobrarían vida.
Jairo preparó su mochila con cuidado, asegurándose de llevar todo lo necesario para el día que les esperaba. Tomó una manta, algo de comida, y, por supuesto, su celular para capturar cada momento. Salió de su casa con una sonrisa en el rostro y el corazón latiendo con fuerza. Se dirigiría a las Cuatro Vías, el punto de encuentro entre Maicao y la vía a Uribia, donde Wayaima ya estaría esperándolo.
Mientras caminaba, Jairo pensaba en todos los momentos que habían compartido a través de la pantalla. Sabía que hoy sería diferente. Hoy, podrían tocarse, abrazarse, y vivir juntos las emociones que habían construido a lo largo de los meses.
Al llegar a las Cuatro Vías, vio a Wayaima esperando con una sonrisa radiante. Sus ojos se encontraron y, sin decir una palabra, corrieron hacia el otro y se abrazaron. La sensación de tenerla entre sus brazos era indescriptible. Todo lo que habían soñado y deseado estaba finalmente ocurriendo.
—Hola, Jairo. Te he extrañado tanto —dijo Wayaima, con una voz suave y llena de emoción.
—Hola, Wayaima. Yo también te he extrañado. No puedo creer que finalmente estemos juntos —respondió Jairo, sin soltarla.
Subieron al autobús que los llevaría a Palomino, un lugar conocido por sus hermosas playas y su ambiente tranquilo. Durante el trayecto, hablaron sobre sus planes para el día, llenos de entusiasmo y alegría. Sabían que hoy sería un día lleno de magia y amor.
Al llegar a Palomino, la brisa del mar los recibió con calidez. El sonido de las olas y el aroma a sal les daban la bienvenida a su destino. Jairo y Wayaima caminaron juntos hasta la playa, encontrando un lugar perfecto para extender la manta y disfrutar del paisaje.
—Este lugar es hermoso, Jairo. No podría imaginar un lugar mejor para nuestra cita —dijo Wayaima, admirando la vista.
—Sí, es perfecto. Estoy tan feliz de que estemos aquí juntos —respondió Jairo, tomando su mano.
Pasaron las primeras horas explorando la playa, caminando descalzos por la arena y disfrutando de la tranquilidad del lugar. Jairo tomó su celular y comenzó a tomar fotos de Wayaima, capturando su sonrisa y su felicidad en cada imagen.
—Quiero recordar cada momento de este día, Wayaima. Eres tan hermosa —dijo Jairo, mientras tomaba una foto de ella riendo.
—Y yo quiero guardar estos recuerdos para siempre. Gracias por hacer de este día algo tan especial —respondió Wayaima, acercándose a él y dándole un beso en la mejilla.
Decidieron nadar en el mar, disfrutando del agua fresca y las olas suaves. Jugaron y rieron juntos, sintiendo la conexión y el amor que los unía. A medida que el sol subía en el cielo, regresaron a la manta para disfrutar de un picnic que Jairo había preparado.
—Te preparé algunas de nuestras comidas favoritas. Espero que te gusten —dijo Jairo, mientras sacaba los alimentos de su mochila.
—¡Todo se ve delicioso! Gracias, Jairo. Eres el mejor —respondió Wayaima, con una sonrisa.
Comieron juntos, disfrutando de la comida y de la compañía del otro. Hablaron sobre sus sueños y planes para el futuro, sintiendo que cada palabra los acercaba aún más.
—Wayaima, quiero que sepas que estoy comprometido a construir un futuro contigo. Quiero que tengamos una vida llena de amor y felicidad —dijo Jairo, tomando su mano.
—Y yo quiero lo mismo, Jairo. Eres todo lo que siempre he deseado. Estoy dispuesta a enfrentar cualquier desafío contigo —respondió Wayaima, con los ojos llenos de amor.
Después de comer, decidieron explorar los alrededores. Caminaron por la orilla del mar, recogiendo conchas y piedras que les recordaran este día especial. Encontraron un lugar apartado, rodeado de palmeras, donde podían disfrutar de un poco de privacidad.
—Este lugar es perfecto para descansar un rato —dijo Jairo, mientras extendía la manta en la sombra de las palmeras.
—Sí, es hermoso. Me encanta estar aquí contigo —respondió Wayaima, sentándose a su lado.
Se recostaron en la manta, mirando el cielo azul y escuchando el sonido de las olas. Jairo tomó su celular y comenzó a reproducir una lista de canciones que había preparado especialmente para este día.
—Quiero que esta música nos acompañe y haga de este día algo aún más memorable —dijo Jairo, mientras la música llenaba el aire.
Wayaima sonrió y cerró los ojos, dejándose llevar por la melodía. Sentía una paz y una felicidad que nunca antes había experimentado. Jairo la abrazó, y ambos se quedaron en silencio, disfrutando del momento.
A medida que la tarde avanzaba, el sol comenzó a ponerse, creando un espectáculo de colores en el cielo. Jairo y Wayaima se levantaron y caminaron hasta la orilla del mar para ver el atardecer.
—Mira qué hermoso es el cielo, Jairo. Nunca había visto algo así —dijo Wayaima, con los ojos llenos de admiración.
—Sí, es increíble. Me alegra que estemos aquí para verlo juntos —respondió Jairo, tomando su mano.
El atardecer les regaló una paleta de colores que pintaba el cielo y el mar con tonos naranjas, rosados y dorados. Jairo y Wayaima se abrazaron, sintiendo la magia del momento y la conexión que los unía.
—Este es el mejor día de mi vida, Jairo. Gracias por hacerlo tan especial —dijo Wayaima, con una sonrisa llena de amor.
—Y el mío también, Wayaima. No podría imaginarme estar en ningún otro lugar que no sea contigo —respondió Jairo, besándola suavemente.
A medida que el sol se ocultaba en el horizonte, decidieron regresar a la manta para disfrutar del final del día. Encendieron una pequeña fogata y se sentaron juntos, compartiendo historias y risas.
—Wayaima, quiero que sepas que te amo más de lo que las palabras pueden expresar. Eres mi todo —dijo Jairo, mirando sus ojos.
—Y yo te amo a ti, Jairo. Eres lo mejor que me ha pasado. Estoy agradecida por cada momento que hemos compartido —respondió Wayaima, con una sonrisa.
La noche avanzaba, y Jairo y Wayaima se sintieron más conectados que nunca. La playa de Palomino se había convertido en un lugar mágico, lleno de amor y emociones. Sabían que este día sería uno que recordarían para siempre, una prueba de que el amor verdadero podía superar cualquier obstáculo.
Antes de despedirse, Jairo tomó una última foto de ambos juntos, con la luna llena iluminando sus rostros. Sabía que esta imagen sería un tesoro que guardarían con cariño.
—Este es solo el comienzo de nuestra historia, Wayaima. Estoy emocionado por todo lo que nos espera —dijo Jairo, con una sonrisa llena de esperanza.
—Sí, Jairo. Nuestro amor es fuerte, y sé que podemos enfrentar cualquier desafío juntos. Estoy lista para todo lo que venga —respondió Wayaima, besándolo suavemente.
A medida que la noche avanzaba y la playa se sumía en la tranquilidad, Jairo y Wayaima se abrazaron, sintiendo la calidez del amor que los unía. Sabían que su historia estaba apenas comenzando y que, a pesar de los desafíos, siempre encontrarían la manera de estar juntos.