
“Hacer snorkel en Bora Bora fue una experiencia inolvidable. Las aguas cristalinas y la abundante vida marina me hicieron sentir como si estuviera nadando en un acuario natural. Ver de cerca los vibrantes corales y los peces tropicales fue simplemente mágico. Sin duda, es un paraíso submarino que todos deberían experimentar al menos una vez en la vida.” Hiroshi Ipuana Wang.
a noche era apacible en el Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos. Un refugio natural donde se pueden observar flamencos rosados, en este perfecto lugar, Hiroshi Ipuana Wang se sentó junto a un cazador valiente. Un hombre que comparte sus experiencias de caza y escucha atentamente las historias de otros, los niños y adultos esperaban ansiosos su próxima historia. Con una sonrisa de oreja a oreja, Hiroshi comenzó a relatar su última aventura en un lugar lejano y exótico: Bora Bora.
“Les revelaré, qué hace poco tuve la oportunidad de visitar Bora Bora, un paraíso en el medio del océano Pacífico. Allí, me sumergí en las aguas cristalinas para hacer snorkel y descubrir un mundo submarino lleno de vida y color.”
Los ojos de los niños se agrandaron de asombro mientras Hiroshi describía los corales multicolores y los peces de todas las formas y tamaños que nadaban a su alrededor. “Pero, ¿saben qué?” continuó, “en Bora Bora no hay insectos ni serpientes. Es un lugar donde la naturaleza parece haber encontrado un equilibrio perfecto.”
Hiroshi hizo una pausa, permitiendo que sus oyentes imaginaran ese mundo sin las molestias de los insectos. Luego, prosiguió con su relato, hablando de los tres fascinantes pueblos que visitó: Anau, Faanui y Vaitape.
“Anau es un pequeño pueblo costero donde las casas están construidas sobre pilotes en el agua. Desde allí, puedes ver el amanecer más hermoso que jamás hayas visto. Faanui, por otro lado, es conocido por sus jardines de coral y sus tradiciones culturales. Y Vaitape, el pueblo más grande, es el corazón de Bora Bora, lleno de tiendas y mercados donde puedes encontrar artesanías locales.”
Hiroshi explicó cómo en Bora Bora no existe el transporte público, lo que invita a los visitantes a caminar, alquilar un auto o andar en bicicleta para explorar la isla. “Es una forma maravillosa de conectarse con la naturaleza y con uno mismo,” dijo Hiroshi, “y de apreciar cada rincón de este paraíso.”
Al final de su historia, Hiroshi se volvió más reflexivo. “En Bora Bora, aprendí una lección importante,” dijo. “A veces, la falta de ciertas comodidades nos obliga a encontrar nuevas formas de vivir y de disfrutar de nuestro entorno. Aquí en La Guajira, podemos aprender de esto. Podemos caminar más, usar bicicletas y encontrar maneras de vivir en armonía con nuestra hermosa tierra.”
Los oyentes asintieron, comprendiendo la moraleja de la historia. Hiroshi había logrado, una vez más, transportar a su audiencia a un lugar lejano y, al mismo tiempo, traer de vuelta una lección valiosa para su propia comunidad.
Con una sonrisa, Hiroshi concluyó, “Recuerden siempre, amigos, que cada lugar tiene su propia belleza y sus propias lecciones. Solo necesitamos abrir nuestros corazones y nuestras mentes para aprender de ellos.”
La hoguera chisporroteó mientras los niños y adultos se retiraban a sus hogares, llevando consigo la magia de la historia de Hiroshi y la inspiración para hacer de La Guajira un lugar aún más especial.
“Nos vemos en la siguiente aventura, donde el mundo es nuestro lienzo.”